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17/8/15



Renunciar al azúcar es un proceso de desintoxicación emocional difícil. Lo único dulce que pruebo es mi café por la mañana, al que me permito endulzar con miel. Por la noche mi desesperación es inmensa. Desde ahí el dolor de cabeza se abre como una flor. Es la química de mi cuerpo luchando contra la manifestación vegetal de mi naturaleza. Las flores generamos nuestro propia néctar. El azúcar es una adicción. No como azúcar granulada. Lo que me ata al placer de la gula son los postres. Las galletas, los helados. Los confundo con la divinidad. Pero en el cielo los placeres no existen, porque en el cielo la distinción no existe, la interpretación no existe, la discriminación no existe. Cuando todo es placer el concepto de placer desaparece, carente de contraste. Así que esta satisfacción que nace de mi lengua, esta satisfacción que brota en mi paladar con el contacto de la miel existe gracias a la amargura, para ser honestos. El mundo de la tierra.  Pero les decía que me voy a la cama envuelta en mi estado de desesperación y lo único que me obliga a dormir es saber que por la mañana prepararé mi taza de café y probaré esa mezcla de café con leche y oro; el invaluable oro dulce que es para mí la miel en momentos como este.  Así que introducir el cuerpo aquí no ha sido en vano. Nuestra percepción cambia. Los valores son otros. Si pudiera crear mi propio reino justo ahora, establecería la miel como nuestro tipo de cambio. Soy mujer. El oro es muy pesado y se requieren muchísimos hombres para picar la tierra. La tierra torturada. Pobre. En sánscrito la llamamos "Priti vi". "Priti vi"  y abrimos las dos manos para recibir la emoción de lo que es la tierra. Porque también la tierra está en nosotros, también somos la tierra, con sus excavaciones, con sus cinceles martillando, con el camino de millones de hombres tratándola sólo como tierra, con su magma avanzando lentamente y los lugares que nadie ha descubierto; de donde brota el agua, de donde otras plantas se alimentan, donde brotan larvas e insectos y la vida nunca deja de abrirse. La tierra que se mueve.

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