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11/8/15

Vivo en una casa que tiene calefacción y refrigeración. Vivo (por ahora en el desierto) en la frontera con México, una de las fronteras más peligrosas del mundo. Peligrosa del lado mexicano, claro está. De este otro lado es bastante cómoda. Llena de cámaras de seguridad, con los contados peatones temerosos de no cruzar cuando el semáforo esté en verde. De que algún policía les arrebate su visa de turista, de haber cruzado un puente donde sin reparos los agentes suelen hablarles de tú y preguntarles en tono de burla "¿y a ti quién te arregló?" refiriéndose a la tarjeta verde que les permite residir legalmente de este: el lado seguro. Vivo a aquí unos cuantos meses, porque me encanta el silencio profundo mientras las cientos de tropas entrenan en los campos militares. Los "aliados" les llaman. Soldados alemanes, holandeses, franceses recibiendo entrenamiento estadounidense. ¡Ah, mi querida América cómo te extraño! A todos (me refiero a los soldados) últimamente les interesa aprender español. Pero tampoco es ese el tema que me trae aquí. Sólo intento ubicarlos (sí, a ustedes, no a los soldados) en el lugar desde donde surge este performance: el desierto me hace pensar. No hay tanto ruido de helicópteros sobrevolando mi azotea, muy pocos salen a caminar. Vivo comodamente. Aunque con recursos muy limitados, el precio de intentar ser escritor. Yo sé que algunos en México dicen que del "verso" se vive muy bien, pero eso es allá, en el sistema nacional de sobornos, diría Vargas Llosa (RIP). Otra vez me desvío del tema. Me interesa la libertad. Cuando pienso en la libertad pienso en el aire acondicionado, en la calefacción ¿dependo de ellos? Pienso en el maquillaje, en el color de mis zapatos favoritos ¿realmente necesito tener unos zapatos favoritos? Pienso en mis necesidades verdaderas. ¿Comprar es una necesidad verdadera? ¿cuándo debo pagar para acceder a este mundo, éste mundo sí, desde donde yo escribo? ¿es este el desierto en realidad? ¿o accedo a otra dimensión por la que generalmente pago 50 dólares al mes? ¡Ah, América eres tan grande! con tu Uruguay y tu Argentina, con tu Ecuador y tu Colombia, con tu Guatemala y tu Venezuela. Con nuestra Nicaragua. Con el corazón destrozado en Honduras. Con tu sexo partido y yo, pensando cómo voy a vestirme para mi siguiente aparición en público, ¿Cuánto pago por vestirme? ¿Cuánto pago por vivir? Este performance surge de una pregunta ¿en realidad tengo una vida?

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