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20/8/15

Anoche no dormí. Me la pasé domando mi PTSD en la oscuridad. Imaginando que Fred había puesto una cámara y un micrófono cuando me pidió permiso de usar el baño. O que Lucille algo tramaba y por eso quería saber la fecha exacta en que viajo a SF. Y que, en cualquier momento alguien podría derribar la puerta y entrar a matarme. Diva no quiso dormir en el infierno de mi recámara. A las cinco de la mañana cerré los ojos con el molesto inicio de la migraña. Fred llegó tempranito y estuvo tocando, Diva intentó de todo para despertarme. Yo no me pude levantar. A las 8 abrí los ojos dentro de una niebla mental pesada. El azúcar, pensé. "Llevo nueve días sin comer azúcar. Además hace tiempo aprendí cómo se combate este infierno". Me levanté y dejé salir a Diva, que se echó decepcionada en el porche porque Fred se cansó de tocar y se marchó. ¿Dónde estará Fred ahora? Preparé un café para ir despertando poco a poco y poco a poco también ir poniendo una parte del cuerpo fuera de mi infierno. La locura. Mi hermana llamó, predije que me aburriría y poco no le respondo. Mi hermana siempre me llama para hablar de ella, de lo linda que es, de lo bien que se siente, de la plenitud que goza. Contesté. Su bienestar me introdujo en una paz mesurada ¿qué es una paz mesurada? (qué asco, estoy escribiendo como narradora). Habité la luz de su voz. Me senté junto a mis plantas. El maravilloso mundo vegetal: priti vi. Mi hermana me hablaba de esa enorme salvia que tiene a la entrada de su casa,  quería saber cómo se llamaba "sage" le dije. ¿Y en español? "Salvia". ¿La que da unas flores lilas? "Sí, Salvia" yo tengo una que da flores rojas "¿Y huelen igual?" No, el aroma cambia de acuerdo al color de la flor. Son plantas del desierto. Colgué el teléfono y caminé a la cocina como si la luz que entraba por la ventana fuera agua: apsa. Preparé otro café y le eché miel de agave. Así he estado desde entonces, como dentro de una luz líquida. Venciendo miedos. Quebrando miedos, como dirían en inglés. Hace unos días quebré el miedo a no ser querida. Hace un momento enfrente el miedo a decir que ya no tengo miedo. Que puedo observar el miedo y sentirlo hasta que se hace polvo y ya no actúo intentando con desesperación conservar los amigos. Soy libre. Y desde la libertad contemplo mis infiernos y cómo se derrumban. Y contemplaré como nacen de nuevo, crecen y se vuelven a derrumbar. Pritivi, Apsa.

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