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19/8/15

No sé por qué tengo una resistencia feroz para ir al banco desde que llegué a Texas. En Los Angeles no tengo problema alguno, me levanto tomó mi café, voy al banco, regreso a casa. Tal vez porque en Los Angeles vivo en el barrio chino. Ayer no pude documentar mi día. No fue un día. Fue una completa manifestación del sufrimiento. No es queja. Es como sucedió. Desde que abrí los ojos ya tenía un dolor de cabeza punzante y molesto, por la necesidad de azúcar. Es una necesidad química, por mi adiicción, no una necesidad real. Compenso mi necesidad real de azucar comiendo alguna fruta. En el desierto las frutas son difíciles, pero he encontrado unas ciruelas bastante aceptables.Fruta y un poco de miel con el café o jarabe de maple. Pero la desintoxicación duele. Así que ayer me dediqué a experimentar ese dolor. Es un dolor extraño porque va acompañado de ciertos impulsos mentales. Cruzan los pensamientos de "un cereal con plátano, total, el cereal no tiene casi nada de azúcar" cuando nosotros sabemos que sí, el honey bunches contiene azúcar y calma mi ansiedad. Pero también he notado algunos beneficios de haber dejado el azúcar hace unos días, la hinchazon en mis manos y en mis brazos debido a la tendonitis que padezco ha disminuido muchísimo, Pero aquí estoy hoy, con tal de no ir al banco. Vivir aquí me cuesta trabajo. El solo hecho de vivir. Tengo muchos amigos pero la cultura aquí es atroz, rabiosa, racista, defensiva, hostil, aunque ya he conseguido que la chica del banco sonría de vez en cuando, con aire familiar. Extraño a Loui, el agente de banco en chinatown, que me contaba cómo había salido de china y cómo su gobierno ahí era insoportable. "Peror que México" me decía "Uh, Yo he ido a Tijuana y no todo se ve tan mal". Y los calendarios de ese banco para celebrar el año nuevo chino son formidables. Hey! pero mi corazón es fuerte. Había estado extrañando a un amigo de California y el mes entrante viajo a San Francisco. Si no me equivoco creo que será mi última lectura este año en este país. Mmmmh. Comenzaré a moverme de una vez porque en unas horas, el termómetro marcará los 102 grados y resultrá imposible caminar allá afuera. Voy pues. 

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